Thursday, December 25, 2014

Identidad, síndrome del impostor y pánico escénico

Anoche formé parte del servicio de la víspera de navidad en la primera iglesia unitaria universalista de San Diego. No es el primer año que lo hago, los dos años anteriores he estado ahí como intérprete y de hecho el año pasado me pidieron que ayudara con algunas oraciones en español desde el púlpito. Sin embargo, este año fue diferente por dos razones: porque me pidieron que ayudara con el texto en español incluído en el servicio y esta vez era más largo que los años anteriores y porque a partir del próximo año yo estaré jugando un papel más activo en estas celebraciones.

Lo cierto es que el tamaño de la iglesia (el edificio) y el de la congregación me asustan. No, no me asustan, me aterran. Anoche cuando iniciamos el servicio y yo empecé a leer la oración inicial en español noté las risas de una pareja en la congregación. También noté algunas miradas distraídas y otras confundidas de otros congregantes. Me sentí inadecuada y creo que se me notó. Salí del servicio antes de que terminara porque tenía que llegar a casa a la cena de víspera de navidad y a mi salida se me acercó una congregante, me abrazó y me felicitó por haber hecho un buen trabajo según me dijo. La verdad es que el que se haya acercado a mí al final me hizo sentir un poco más tranquila. Pensé que era bueno tener una aliada entre tanta gente.

El camino a casa lo recorrrí reflexionando sobre el porqué me sentí y me siento de esta manera. Al principio de este año académico, mi pastor guía escribió tres objetivos de aprendizaje para mí durante mi primer año en seminario. Uno de ellos era el de trabajar y asumir mi identidad de ministro. Yo creí que sería fácil. Calculé que en un par de años podría sentirme cómoda en esa nueva piel y lo comparé con el tiempo que me tomó sentirme cómoda como maestra. Era cuestión de tiempo. Ahora, empiezo a pensar que la tarea no sea tan fácil como tan sólo adoptar una nueva identidad. Empiezo a pensar que antes de vestir cómodamente el título de ministra unitaria universalista, tengo que descubrir dentro de mí lo que eso significa. Hay varias preguntas que tengo que poder responder: ¿Qué significa ser ministra unitaria universalista? ¿Qué significa y cuáles son las implicaciones de ser latina en una denominación religiosa cuya mayoría es euro-americana, de clase media y con altos niveles de educación? ¿Qué puedo yo aportar al Unitarismo Universalista? ¿Cómo voy a poder ayudar a satisfacer las necesidades espirituales de una congregación?

De manera inmediata identifico tres posibles obstáculos que tengo que superar: posible síndrome del impostor, posible pánico escénico y mi entrada a una denominación que a pesar de sus deseos de compromiso social y diversidad aún tiene camino por recorrer.

La primera vez que escuché el término de síndrome del impostor fue el año pasado cuando incié un doctorado en literatura. Me pareció algo ridículo al principio pero parecía ser un problema real para algunos de mis compañeros y en una medida menor yo también lo sentí. Curiosamente, ahora que me encuentro en este camino hacia el ministerio, empiezo a sentir que este puede ser el origen de mi inseguridad. Observo a mis compañeros de clase y veo en ellos cualidades que a mí me faltan y empiezo a pensar que no soy tan buena, ni tan adecuada, ni tan erudita y mucho menos elocuente para intentar ocupar un puesto al frente de una congregación. Parte de mi inseguridad puede venir del hecho de que el inglés es mi segundo idioma y hace que a menudo me pregunte si a las personas que me escuchen les molestará mi acento, o si tendrán dificultad entendiéndome. De cualquier manera, si esto que experimento ahora es el síndrome del impostor, entonces tal vez sólo sea cuestión de tiempo, una fase pasajera y nada más.

La segunda posibilidad es que símplemente me asuste el tamaño de la congregación y el púlpito y sólo sea cuestión de irme sintiendo cómoda en esa posición. La práctica hace al maestro dice el dicho popular y el pánico escénico desaparecerá a medida que la práctica vaya mejorando mis habilidades para hablar en público. De las tres posibilidades, ésta me parece la más leve y fácil de superar.

La tercera es un poco más complicada porque no depende enteramente de mí. Decidí ir detrás de este sueño o llamado al servicio de los demás en una denominación en la que pertenezco a la minoría. A pesar de las buenas intenciones de muchos y de que el presidente actual de la Asociación Unitaria Universalista sea una persona de origen hispano, la mayoría de las iglesias aún no cuentan con una presencia importante de hispanos. En específico, nuestra iglesia cuenta con dos ubicaciones. En una de ella, a la que yo asisto, tenemos un servicio bilingüe y cada domingo se nota un esfuerzo claro de incorporar los dos idiomas y culturas como sello claro de nuestra identidad. Es común escuchar los dos idiomas durante la hora social y a nadie le preocupa no entender lo que las personas de al lado están diciendo. La presencia del español no hiere suceptibilidades sino que por el contrario es un símbolo de la comunidad que somos y que queremos crear. Nuestros congregantes también son más diversos, hay un grupo importante de latinos, un asiático, ocasionalmente algún afro-americano y el resto son euro-americanos. En muchos sentidos no es la típica congregación UU, pero ¿Qué es una congregación UU típica? Creo que aún no estoy en la posición de poder responder siquiera esta pregunta.

Por otro lado, cuando voy a nuestra iglesia en Hillcrest, me siento intimidada. No conozco a la mayoría de los congregantes y en el pasado me ha ocurrido que cuando he ido como intérprete he tenido que ver alguna que otra cara molesta porque les molesta el susurro de mi voz. No lo sé. Tal vez eso sea lo que me asusta, que no sé cómo será recibida mi presencia en una comunidad que yo considero mucho más homogénea que la mía en cuestiones de raza y clase. Y es por eso que me asusta y me preocupa si mi acento será entendido, si podré entregar el mensaje que quiero, si tengo las posibilidades de hacerlo, si soy la persona adecuada para actuar como líder espiritual de esta comunidad, si en verdad tengo algo importante que aportar.

Esta elección de carrera se siente bien, se siente adecuada y correcta. Sé que mi camino apenas empieza y que las anteriores y muchas otras serán las preguntas a las que tendré que irme enfrentando y respondiendo poco a poco. Me atrevo a pensar que tal vez este miedo que siento, por primera vez en mi vida, se deba al hecho de que finalmente encontré lo que quiero hacer y ser en mi vida. Ésto es importante para mí, ésta es la carrera más importante que he elegido y me asusta no estar lo suficientemente equipada para lograrlo.