Thursday, December 25, 2014

Identidad, síndrome del impostor y pánico escénico

Anoche formé parte del servicio de la víspera de navidad en la primera iglesia unitaria universalista de San Diego. No es el primer año que lo hago, los dos años anteriores he estado ahí como intérprete y de hecho el año pasado me pidieron que ayudara con algunas oraciones en español desde el púlpito. Sin embargo, este año fue diferente por dos razones: porque me pidieron que ayudara con el texto en español incluído en el servicio y esta vez era más largo que los años anteriores y porque a partir del próximo año yo estaré jugando un papel más activo en estas celebraciones.

Lo cierto es que el tamaño de la iglesia (el edificio) y el de la congregación me asustan. No, no me asustan, me aterran. Anoche cuando iniciamos el servicio y yo empecé a leer la oración inicial en español noté las risas de una pareja en la congregación. También noté algunas miradas distraídas y otras confundidas de otros congregantes. Me sentí inadecuada y creo que se me notó. Salí del servicio antes de que terminara porque tenía que llegar a casa a la cena de víspera de navidad y a mi salida se me acercó una congregante, me abrazó y me felicitó por haber hecho un buen trabajo según me dijo. La verdad es que el que se haya acercado a mí al final me hizo sentir un poco más tranquila. Pensé que era bueno tener una aliada entre tanta gente.

El camino a casa lo recorrrí reflexionando sobre el porqué me sentí y me siento de esta manera. Al principio de este año académico, mi pastor guía escribió tres objetivos de aprendizaje para mí durante mi primer año en seminario. Uno de ellos era el de trabajar y asumir mi identidad de ministro. Yo creí que sería fácil. Calculé que en un par de años podría sentirme cómoda en esa nueva piel y lo comparé con el tiempo que me tomó sentirme cómoda como maestra. Era cuestión de tiempo. Ahora, empiezo a pensar que la tarea no sea tan fácil como tan sólo adoptar una nueva identidad. Empiezo a pensar que antes de vestir cómodamente el título de ministra unitaria universalista, tengo que descubrir dentro de mí lo que eso significa. Hay varias preguntas que tengo que poder responder: ¿Qué significa ser ministra unitaria universalista? ¿Qué significa y cuáles son las implicaciones de ser latina en una denominación religiosa cuya mayoría es euro-americana, de clase media y con altos niveles de educación? ¿Qué puedo yo aportar al Unitarismo Universalista? ¿Cómo voy a poder ayudar a satisfacer las necesidades espirituales de una congregación?

De manera inmediata identifico tres posibles obstáculos que tengo que superar: posible síndrome del impostor, posible pánico escénico y mi entrada a una denominación que a pesar de sus deseos de compromiso social y diversidad aún tiene camino por recorrer.

La primera vez que escuché el término de síndrome del impostor fue el año pasado cuando incié un doctorado en literatura. Me pareció algo ridículo al principio pero parecía ser un problema real para algunos de mis compañeros y en una medida menor yo también lo sentí. Curiosamente, ahora que me encuentro en este camino hacia el ministerio, empiezo a sentir que este puede ser el origen de mi inseguridad. Observo a mis compañeros de clase y veo en ellos cualidades que a mí me faltan y empiezo a pensar que no soy tan buena, ni tan adecuada, ni tan erudita y mucho menos elocuente para intentar ocupar un puesto al frente de una congregación. Parte de mi inseguridad puede venir del hecho de que el inglés es mi segundo idioma y hace que a menudo me pregunte si a las personas que me escuchen les molestará mi acento, o si tendrán dificultad entendiéndome. De cualquier manera, si esto que experimento ahora es el síndrome del impostor, entonces tal vez sólo sea cuestión de tiempo, una fase pasajera y nada más.

La segunda posibilidad es que símplemente me asuste el tamaño de la congregación y el púlpito y sólo sea cuestión de irme sintiendo cómoda en esa posición. La práctica hace al maestro dice el dicho popular y el pánico escénico desaparecerá a medida que la práctica vaya mejorando mis habilidades para hablar en público. De las tres posibilidades, ésta me parece la más leve y fácil de superar.

La tercera es un poco más complicada porque no depende enteramente de mí. Decidí ir detrás de este sueño o llamado al servicio de los demás en una denominación en la que pertenezco a la minoría. A pesar de las buenas intenciones de muchos y de que el presidente actual de la Asociación Unitaria Universalista sea una persona de origen hispano, la mayoría de las iglesias aún no cuentan con una presencia importante de hispanos. En específico, nuestra iglesia cuenta con dos ubicaciones. En una de ella, a la que yo asisto, tenemos un servicio bilingüe y cada domingo se nota un esfuerzo claro de incorporar los dos idiomas y culturas como sello claro de nuestra identidad. Es común escuchar los dos idiomas durante la hora social y a nadie le preocupa no entender lo que las personas de al lado están diciendo. La presencia del español no hiere suceptibilidades sino que por el contrario es un símbolo de la comunidad que somos y que queremos crear. Nuestros congregantes también son más diversos, hay un grupo importante de latinos, un asiático, ocasionalmente algún afro-americano y el resto son euro-americanos. En muchos sentidos no es la típica congregación UU, pero ¿Qué es una congregación UU típica? Creo que aún no estoy en la posición de poder responder siquiera esta pregunta.

Por otro lado, cuando voy a nuestra iglesia en Hillcrest, me siento intimidada. No conozco a la mayoría de los congregantes y en el pasado me ha ocurrido que cuando he ido como intérprete he tenido que ver alguna que otra cara molesta porque les molesta el susurro de mi voz. No lo sé. Tal vez eso sea lo que me asusta, que no sé cómo será recibida mi presencia en una comunidad que yo considero mucho más homogénea que la mía en cuestiones de raza y clase. Y es por eso que me asusta y me preocupa si mi acento será entendido, si podré entregar el mensaje que quiero, si tengo las posibilidades de hacerlo, si soy la persona adecuada para actuar como líder espiritual de esta comunidad, si en verdad tengo algo importante que aportar.

Esta elección de carrera se siente bien, se siente adecuada y correcta. Sé que mi camino apenas empieza y que las anteriores y muchas otras serán las preguntas a las que tendré que irme enfrentando y respondiendo poco a poco. Me atrevo a pensar que tal vez este miedo que siento, por primera vez en mi vida, se deba al hecho de que finalmente encontré lo que quiero hacer y ser en mi vida. Ésto es importante para mí, ésta es la carrera más importante que he elegido y me asusta no estar lo suficientemente equipada para lograrlo.



Monday, November 24, 2014

Centro de detención

Mi rutina matutina de ayer fue alterada por una visita planeada al centro de detención de Otay. Como parte de mi trabajo voluntario en una organización local que se encarga de asistir a sobrevivientes de tortura, estuve encargada de coordinar la visita del día de ayer.

Una vez que tuve identificados a las personas que asistirían con nosotros, envié sus datos a los oficiales del departamento de inmigración de los Estados Unidos para que realizaran una investigación de antecedentes antes de otorgarnos permiso para visitar sus instalaciones. A los pocos días recibí notificación de que todos estábamos aprobados para asistir al tour y así lo hicimos. Al tour, asistimos algunas personas que trabajamos en la organización, miembros de la mesa directiva, empleados y representantes de otras organizaciones como una escuela privada de Derecho, el condado de San Diego y varias fundaciones. 

La organización con la cual estoy colaborando trabaja en su mayoría con refugiados y el centro de detención suele ser el primer lugar al que llegan después de cruzar la frontera de manera ilegal o de entregarse a ella. Esa es la razón por la cual es de interés para quienes están involucrados con esta organización el conocer de qué manera opera el centro de detención.

El camino al centro de detención ya lo conocía. El año pasado tuve la oportunidad de ir de voluntaria con el grupo SOLACE a realizar visitas a algunos de los inmigrantes detenidos. Este grupo visita a los detenidos con el único fin de escucharlos y convertirse en una presencia amiga para ellos. Para los voluntarios de este programa, SOLACE se ha convertido en una manera de rescatar y afirmar la dignidad de cada una de las personas detenidas. Así que esta vez no me costó mucho trabajo reconocer el camino y el conjunto de edificios que conforman las distintas prisiones y el centro de detención.

El centro de detención se encuentra rodeado de tierra árida en la sección de Otay Mesa en el condado de San Diego. Está a poca distancia de la frontera y, de hecho, desde la carretera se puede ver a lo lejos la ciudad de Tijuana. Tampoco me causó sorpresa esta ocasión la cantidad de alambre de púas que rodea el edificio para disuadir cualquier intento de escape. A primera vista cualquiera puede notar la hostilidad de este ambiente.



Pero esta vez no fui a visitar a nadie sino a escuchar de voz de los agentes de inmigración y del representante de CCA sobre cómo se manejan las instalaciones. Así que en ese sentido sí era distinto a lo que había experimentado antes. La primea ocasión que fui, sólo pude entrar al salón de visitas y hablar con dos personas a través de unos auriculares de muy mala calidad y sentada sobre unos banquitos de metal que son terriblemente incómodos.

Fuimos recibidos con mucha amabilidad y después de registrarnos al entrar, nos llevaron a un salón de conferencias. Ahí, nos hablaron sobre los servicios que proveen a los detenidos en cuestión de salud física y mental. Nos dieron estadísticas de la población del centro de detención que según la gráfica presentada la mitad de la población es mexicana y el otro 25 o 26 por ciento de otros países latinoamericanos y sólo un 24 o 25 por ciento son de otros países no identificados. Después de escuchar la presentación, nos llevaron a conocer varias áreas del centro de detención. Pero no quiero dar una descripción de lo que vi sino hablar de algunas de las cosas que me perturbaron.

La idea de ir al centro de detención me pareció excelente, hasta que nos empezamos a topar con algunos de los detenidos. En el área médica y de salud mental estaban algunos esperando o comiendo en los cuartos. Nos observaban curiosos al pasar y nosotros, porque no fui la única, nos enfrentamos al dilema de no saber si debíamos voltear a verlos y sonreír o simplemente ignorar su presencia. Ninguna de las dos opciones parecía adecuada. Yo sentía la necesidad de verlos y sonreír y de alguna manera afirmar su dignidad y humanidad, pero de repente ese mínimo intento parecía imposible y sentí que por el contrario que nuestras miradas los cosificaban, que invadíamos su espacio y que los convertíamos en una especie de sujetos de estudio. Después, supe que no era la única que se sentía así. ¿Cómo se rescata el valor de un ser humano en esas circustancias? ¿Cómo se muestra empatía?

La encargada del área de salud del centro de detención tenía bien preparado su discurso con estadísticas, lista de servicios ofrecidos y más. Durante nuestro recorrido, me empezó a perturbar el hecho de que ante casi todas las preguntas, ella respondía diciendo que "era como afuera". Me perturbaba porque desde mi punto de vista, la situación del centro de detención no podía ser comparada con las condiciones existentes afuera. Sin embargo el constante énfasis en esas palabras parecía querer convencernos de lo contrario. Era una manera, me parece, de suavizar la realidad presentada. No, no me parece que las dinámicas del centro de detención puedan evaluarse con los mismos parámetros de la sociedad en general. No, no me parece que el centro de detención sea una micro-sociedad porque los detenidos, por definición, no gozan de las mismas libertades que el resto de la sociedad. No, tampoco es "como afuera" el hecho de que los detenidos trabajen por un sueldo de un dolar al día y que la tienda les venda los productos a precios regulares, como los de "afuera".

De hecho, cuando alguien cuestionó los precios de la tienda, el representante de CCA dijo que "nadie se había quejado nunca de los precios". No ajustar el costo de los artículos para que sean asequibles para los trabajadores, es inmoral también y ¿Qué derecho podrán sentir que tienen los detenidos para quejarse de los precios?. Su condición de detenidos los pone en una posición de desventaja. ¿Qué poder podrían sentir para intentar hacer un cambio en donde de antemano se les criminalizado? Hay dinámicas de poder en este ambiente que precisamente evitarían que los detenidos pudieran quejarse. El hecho de que nadie se haya quejado de los precios, no quiere decir que dicha práctica esté bien.

Por último, según la presentación que nos dieron nos dijeron que el tiempo promedio de una persona en detención es de 21 días, lo cual pues no suena tan terrible ¿cierto?. Pero por mi anterior experiencia con SOLACE yo me preguntaba ¿Cuántas personas tienen que haber pasado por aquí para que el tiempo promedio sea de 21 días? El día que fui a visitar detenidos con SOLACE tuve la oportunidad de visitar a un hombre que llevaba cuatro años ahí y a una mujer que ya llevaba un año también. Y como ellos, hay muchos casos más.

El centro de detención es un lugar frío, incómodo, intimidante. Una prisión. Ahí se contiene el sueño americano de muchos. Ahí se interrumpen los caminos, se evalúan, se discuten, se decide, se retachan algunos, se liberan muy pocos. Desde el punto de vista de quienes laboran ahí, el centro de detención es generoso al darles oportunidad de trabajar a los detenidos, al tenerles un tienda para adquirir pequeños "lujos" y al ofrecerles cuatro horas de tiempo de recreación afuera que la mayoría de los detenidos no usan. Desde su punto de vista, les va bien a los detenidos. Desde el punto de vista de los detenidos, el centro de detención es la antítesis del hogar, para algunos es posibilidad, para otros condena pero para ninguno es tan bueno como nos quisieron hacer creer. A nuestro paso,algunos detenidos primero nos veían con curiosidad, luego agachaban la cabeza. Creo que les pesaban los restos de sus sueños aplastados.



Tuesday, November 18, 2014

El siguiente paso

Una vez que empecé a sentirme cómoda en mi nueva comunidad, me prometí a mí misma tratar de manternerme al margen de los asuntos de la iglesia y de permanecer lo más anónima que fuera posible. Cuando era adolescente tuve la oportunidad de participar activamente en la iglesia Católica de mi comunidad y de alguna manera no quería volver a lo mismo. Me parecía buen plan no inmiscuirme mucho en asuntos de la iglesia, no sentirme obligada a ir al servicio y símplemente no permitir que las personas supieran mucho de mí. "De lejitos" me decía a mi misma, "calladita", así te ves más bonita.

Cuando empecé a sentir mi separación de la iglesia Católica a la edad aproximada de veintitrés años, hice todo lo posible por asirme de ella. Busqué nuevos grupos de jóvenes, me inscribí en nuevas clases de teología, busqué a mis viejos amigos. Eran "patadas de ahogado", un intento en vano de querer ser lo que ya no era, de no dejar lo que por tantos años me había sostenido. El mundo, fuera de lo que hasta entonces había vivido, me asustaba. Por lo tanto, se volvía esencial creer en Dios, y rezar padres nuestros que ya no sentía, y persignarme cada que pasara frente a una iglesia. Había que cantar las canciones de Martín Valverde y hablar de Dios muchas veces hasta que la palabra misma volviera a tomar sentido. Fueron meses, muy largos, de búsqueda. Y cuando al fin acepté que ya no conservaba mi fe católica, me sentí liberada, tranquila, feliz. No era un sentimiento causado solamente por dejar una iglesia en la que ya no creía y en la cual, cada vez que asistía, me sentía hipócrita, era el sentimiento de liberación que otorga la congruencia, cuando sabes que estás siendo sincero contigo mismo y aceptas tu verdad tal cual es.

Creo que ese difícil proceso de separación era lo que me asustaba ¿Y qué tal si volvía a pasar lo mismo?. Pero en una iglesia cuya doctrina se centra en la justicia social, es casi imposible permanecer al margen y anónimo. Siempre hay algo que hacer, siempre hay alguien que necesita ayuda, siempre hay un proyecto pendiente o una legislación que combatir. Así que cuando menos lo esperaba ya estaba ayudando ocasionalmente con las clases de la escuela dominical para niños. Después, empecé a ayudar con la interpretación de los domingos y algunas traducciones. Empecé a asistir cada vez a más eventos y de repente me pidieron que ayudara en el servicio.

Así empezó este caminar por el Unitarismo Universalista. Cada domingo encuentro una comunidad poco convencional de personas que no vienen a la iglesia para ser buenos sino para encontrar a otros que como ellos siguen con la esperanza de construir un mundo mejor. Venimos de muchas fes (católica, mormona, bautista, metodista, judía, etc) pero sabemos que aquello que nos distingue a unos de los otros no es más que una manera de enriquecer nuestras comunión. Estoy convencida que las áreas en las que coincido con mis compañeros de viaje son mucho más importantes que en las que nos diferenciamos. También sé que las diferencias de los demás son una oportunidad de crecimiento y enriquecimiento para mí. De cualquier manera, salgo ganando.

A veces, durante el servicio, cantamos música en inglés, en español, en latin. A veces son baladas populares, música de rock, cantos de protesta o de alabanza. A veces es piano, flauta o violín, a veces guitarra y batería. Lo cierto es que siempre se siente bien estar ahí. Cada domingo, salgo de ese lugar convencida de que es aquí donde pertenezco. Las palabras que recitamos todos los domingos como parte de nuestra confirmación de fe:

"El amor es la doctrina de esta iglesia.
La búsqueda de la verdad es su sacramento 
y el servicio es su oración.
Habitar juntos en paz,
buscar la verdad en libertad
y servir a la humanidad juntos,
esto es lo que pactamos unos con otros."

Se quedan conmigo y son un constante recordatorio de la manera en que me he comprometido a vivir mi vida espiritual y religiosa. Sin dogmas preestablecidos ni deidades volátiles sino con un compromiso real de congruencia de acción y creencia y con plena conciencia de la red de la vida a la que pertenezco. 

Saturday, September 6, 2014

Mi primer encuentro con el Unitarismo Universalista

Era el año 2004, mi hija tenía apenas unos meses de nacida y yo empecé a buscar una comunidad religiosa que me permitiera encontrar un espacio para mi y mi nueva familia. Buscando en internet, me encontré con la página de la Primera Iglesia Unitaria Universalista de San Diego. Me llamó mucho la atención lo que leí en la página y me decidí a enviar un correo pidiendo más información. Entre mis preguntas, yo quería saber si tenían servicios en español. Unos días después recibí un mensaje en donde me informaban que no tenían servicios en español pero que aún así me invitaban a visitarlos. Mi esposo no hablaba inglés así que desistí de la idea de asistir al servicio y me convencí que a fin de cuentas era una mejor idea el criar a mi hija con una visión más humanista y menos religiosa.

En el año 2010, hice mi entrada triunfal a las redes sociales y abrí una página de Facebook. La abrí con la intención de jugar a la granja y por lo tanto acepté a muchas personas que no conocía. En mi muro, empezaron a aparecer mensajes de una activista y entre ellos, aparecían anuncios de servicios bilingües en una iglesia cerca de mi casa. No me tomó mucho tiempo darme cuenta que era la misma iglesia que había investigado en el 2004 y decidí asistir a alguno de sus servicios.

Habiendo crecido en una familia católica en México, fue muy extraño el llegar a un servicio unitario universalista. El servicio se llevaba a cabo en el auditorio de una escuela y el sermón proyectado en una pantalla. Pero el mensaje tenía sentido, por lo menos para mí. Poco después, fuimos invitados a participar en una protesta de inmigración en el centro de la ciudad. Mis hijas y yo fuimos y lo primero que noté al llegar fue a una persona que yo hubiera identificado como "hombre" vistiendo una falda. Al verlo, me di cuenta de que ese era el ambiente de inclusividad y aceptación en el que quería que mis hijas crecieran. Quería que mis hijas crecieran rodeadas de un ambiente en el que las diferencias eran aceptadas y en donde no se limitara el pensamiento a un dogma específico. También estaba convencida de que no quería que mis hijas crecieran con los mismos miedos y culpas que yo, y muchos otros, experimentamos en la iglesia católica. Fue por eso que a partir de entonces, empezamos a asistir a la Primera Iglesia UU de SD en Chula Vista.

                                             
                                        



En ella hemos encontrado un comunidad que: respeta y acepta nuestras diferencias teológicas, que apoya y nutre el crecimiento espiritual de nuestras hijas, que nos exhorta todos los días a vivir nuestros valores y a actuar en ellos, a luchar por la justicia social, a reconocer el valor inherente de cada persona y nuestra interconexión con los demás y con nuestro universo.


"Imagina una religión...
sin credos ni doctrinas,
que busca la verdad de una manera libre y responsable,
que toma acción en causas de justicia social,
que nutre nuestros espíritus,
que nos anima a seguir nuestros propios senderos espirituales"


                                                                              

Friday, July 18, 2014

1ra semana de cursos intensivos

He pasado mi primera semana en Meadville y ahora tengo la oportunidad de reflexionar sobre ella. Mi primera clase de seminario, fue una clase sobre improvisación y ministerio. El lunes iniciamos con una meditación breve que inmediatamente me reveló lo mucho que extraño a mis hijas; sentimiento que he estado reprimiendo desde que salí de San Diego.

El lunes y el martes prácticamente pasamos el día haciendo algunos ejercicios de improvisación que me resultaron divertidos pero de los cuales aún no comprendía su propósito. El miércoles, tuvimos un taller sobre trabajos en grupos pequeños y predicación improvisada. Debo enfatizar que este concepto de predicar un sermón de manera improvisada no se refiere a simplemente pararse en el púlpito y decir lo que se nos ocurra en ese momento. La idea es que haya una preparación previa pero que no se recurra a la memorización, ni a un sermón escrito para llevarlo a cabo. Para quienes hacen esto como parte de sus prácticas puede no resultar muy innovador, pero dentro de la cultura unitaria universalista sí lo es. En esta tradición, los sermones tienden a ser muy cerebrales, citando a menudo a grandes intelectuales y predicando o leyendo, lo más cercano posible, el sermón que ha sido escrito de antemano. Esta experiencia no sólo me otorgó los vínculos y la cercanía que ofrece un grupo de alianza pequeño, sino que tuvimos la oportunidad de poner a práctica lo aprendido e improvisar un sermón de 3 a 5 minutos. Los resultados de este ejercicio fueron asombrosos. Debo admitir que no fue un sermón completo y que la mayoría de nosotros somos seminaristas de primer año sin experiencia escribiendo o dando sermones. Sin embargo, los sermones compartidos por cada uno de los miembros del grupo fueron honestos, elocuentes, reveladores y pronunciados de una manera única. Fue gratificante ver no sólo las diferentes maneras en que abordamos el mismo ejercicios sino también el tener la oportunidad de apreciar nuestros estilos únicos y de comprender mejor los dones que cada uno de nosotros trae a nuestra fe. Ese mismo día tuvimos la oportunidad de almorzar con el actual presidente de la organización, Peter Morales y de escucharlo predicar durante nuestro servicio vespertino.

El jueves fue un día muy emotivo que nos tomó a todos por sorpresa. Ese día nos pasamos toda la clase haciendo teatro de repetición y donde tuvimos la oportunidad de aprender, a primera mano, el increíble poder curativo del teatro cuando se lleva a cabo en un lugar seguro como el que creamos en clase. No hace falta decir que terminamos exhaustos al final del día pero con un sentimiento profundo de haber sido tocados por las historias compartidas y la disponibilidad de exponernos y exhibir nuestra vulnerabilidad. Fue un día hermoso.

La mayor parte del día de hoy, viernes, lo pasamos concluyendo el curso. Preparamos una pequeña demostración del trabajo que hicimos para los otros profesores y empleados y aunque sólo cuatro personas fueron, nosotros tuvimos al oportunidad de ver cuánto habíamos aprendido esa semana. Fue una especie de examen final con calificación inmediata. También aprendimos un poco sobre el teatro de los oprimidos y tuvimos oportunidad de explorar uno de sus formatos. La discusión que surgió después de discutir este tipo de teatro fue increíble y también nos demostró el poder que puede tener esta forma de teatro para iniciar una discusión sobre justicia social.

Ha sido, en general, una gran semana a pesar de que extrañé mucho a mi familia y que deseo poderlos tener aquí conmigo y abrazarlos fuerte. Esta semana en Meadville ha fortalecido mi llamada al ministerio. Me siento receptiva a todas las experiencias que este caminar va a ofrecerme.

Monday, June 9, 2014

Admitida a Meadville Lombard Theological School

Las cosas estás sucediendo demasiado rápido. Recibí un correo electrónico confirmando mi admisión a Meadville. Tuve que firmar documentos, hacer pagos, firmar más formularios, hablar con Servicios para estudiantes, notificar a mis amigos y familia, hablar con mi orientador, registrarme en línea a clases, leer el temario, comprar libros, revisar ciertas fechas, planear el viaje, etc. ¡Uff! Sin embargo, todas estas tareas me parecen emocionantes. Emocionantes en el sentido de que significa que estoy moviéndome en la dirección de mi llamado. Me emocionan las clases que voy a tomar, la gente que voy a conocer, las cosas que voy a aprender pero, sobre todo, la persona en la que me voy a convertir.


Saturday, May 3, 2014

Punto de partida

Después de unos meses de deliberación y unas semanas preparándola, finalmente envié mi solicitud a la universidad de Meadville Lombard en Chicago. Para quienes no lo sepan, la escuela Meadville Lombard Theological School es una de los seminarios de la Asociación Unitaria Universalista (UUA por sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Mi objetivo es terminar una maestría en divinidad y ser ordenada como ministra de la iglesia Unitaria Universalista.

Hace cuatro años que la religión Unitaria Universalista llegó a mi vida y desde entonces me ha ofrecido una comunidad hospitalaria y comprometida con la justicia social y un lugar donde mis hijas podrán explorar sus propias inquitudes.

 Mi llamado a servir a esta comunidad llegó a finales del año pasado y aunque la respuesta tardó en llegar, llegó con un rotundo sí. Debo confesar que estoy tan emocionada como nerviosa. Emocionada porque por fin siento que he encontrado mi camino y mi vocación pero nerviosa porque de antemano estoy consciente de algunos de los obstáculos que enfrentaré en este camino. Por eso he decidido iniciar esta bitácora, con el fin de que me ayude a exponer mis ideas y las reflexiones que me acompañarán en este nuevo caminar.

¡Bienvenidos a este espacio virtual y a acompañarme en este viaje espiritUUal!